sábado, 23 de noviembre de 2013

Las variedades del lenguaje

“Llamale jacuú al plátano y la yuca, majao a la comida. Y, sin ruborizarte, pronunciá Santa Crú” (Raúl Otero Reiche)

Los estudiosos señalan la existencia de distintos tipos de variedades lingüísticas. La variedad diacrónica, que hace referencia al espacio temporal; la variedad diatópica al espacio geográfico; la variedad diastrática al grupo social, y; la variedad diasfásica a la situación específica del hablante.

Las lenguas que lograron una expansión territorial significativa nos dan numerosos ejemplos en esta materia. En algunos casos, las variaciones dan origen a nuevas lenguas o, al menos, a notorias variedades. Ejemplos relativamente cercanos y ampliamente conocidos pueden ser el castellano, el portugués y el inglés.

Refiriéndose al mundo hispánico, Francisco Moreno considera que es un inmenso sistema geo-socio-lingüístico, con su centro y su periferia y, por tratarse de una realidad cultural y lingüística tan rica y compleja, cabe hablar de diversos centros con sus respectivas periferias. Por este motivo tenemos instituciones académicas que trabajan arduamente por conseguir la cohesión y estandarización de la lengua, sobre todo para fines académicos, admitiendo así variedades de los distintos centros y periferias.

Moreno considera que el hablante, mediante los usos lingüísticos, invita a sus interlocutores a compartir su proyección del mundo y sus actitudes hacia él. Por eso, ningún grupo humano debe sentir vergüenza de compartir su forma de ver la vida; caer ante el acomplejamiento significa relegar la riqueza cultural y la propia identidad al vacío, significa dejar que cualquiera diga quiénes somos, qué pensamos, qué queremos, y que finalmente nos lo terminemos creyendo.

Agencias publicitarias, medios de comunicación y presentadores locales deben analizar si están haciendo verdaderamente bien su trabajo. Es realmente cansino escuchar cómo nos venden productos y nos informan con fingidos y mal imitados acentos extraños, infravalorando y negando la belleza de lo propio. Ahora bien, cabe aclarar que no existen variedades lingüísticas superiores o inferiores, simplemente existen variedades, todas ellas igualmente ricas y respetables.

Estemos orgullosos de nuestra variedad lingüística porque es la huella más primigenia de nuestra cuna y origen. Abramos nuestras puertas diciendo quienes somos, sin ningún tipo de complejo, así no dejamos espacio a odiosas mal interpretaciones. 

Percy Añez Castedo 

jueves, 21 de noviembre de 2013

Papi Evo tiene a los niños contentos

Javier Oriol F. - Abrir el periódico y encontrarte con una noticia bomba, esto es lo que me ha pasado hoy. Evo ha anunciado un doble aguinaldo  con menos de un mes de preaviso. Lo primero que uno piensa es: “bellísimo”, me viene de súper bien. Pero pasados esos segundos de subidón, uno reflexiona. En base a qué, ¿una ‘rabieta’ de Evo contra las empresas?, una , bueno, otra de tantas, para ser más preciso.

Tendrá al pueblo contento con acciones como esta, pero esto me suena ya. En España ya vivimos estas acciones solidarias con el pueblo con un tal ZP (Presidente Zapatero en España), esa compra de votos con cheques bebé, está muy bien, si te las puedes permitir, pero no era así, y sumó a su lista de maquinaciones una acción como esta.

Igual el señor Morales aquí. No da tiempo a la reacción de las empresas, hay que ver como impacta eso en las pymes, las que más van a sufrir esta iluminada idea anticapitalista de don Evo. Un tipo que dice que piensa en los bolivianos… yo creo que un ‘padre’ no te da lo que quieres fácil, te enseña a que te ganes las cosas por tus propios méritos, con acciones como esta, Evo puede estar convirtiendo a una parte importante del pueblo boliviano en personas que esperan que siempre les soluciones todo.

Se mitiga el emprendimiento, el esfuerzo y la superación personal con decisiones como esta. La sobreprotección de un hijo acaba siendo negativa para éste, menguando que este aprenda a vivir, sacar las castañas del fuego por sí mismo.

Papi Evo tiene a sus niños contentos y no le molestarán en un tiempo, hasta que la vaca no dé más leche, hasta que la parte del pueblo boliviano que le adora, se despierte de su letargo y se de cuenta, que tomar tantos caramelos provoca caries, osteoporosis, neuritis óptica, fatiga crónica, ansiedad, migraña y depresión. Y paro aquí, porque seguiría la lista. Un presidente debe liderar un país, pero Evo, lo está enfermando.

Javier Oriol F.

martes, 19 de noviembre de 2013

¿ QUÉ SE JUEGA AMERICA LATINA CON LA SEGUNDA VUELTA EN CHILE ?

ALVARO VARGAS LLOSA
Había una vez en la que al resto de América Latina casi no le importaba quién gobernara Chile y por tanto quién ganara sus elecciones presidenciales. La curiosidad que despertaban sus comicios era anecdótica, estadística o vagamente sentimental (dependiendo de dónde estuviera uno situado en el espectro ideológico) pero carecía de esa cualidad existencial que tienen las elecciones en otros países de la región, donde siempre parece estar en juego absolutamente todo. Chile había elegido su rumbo y nadie cuestionaba lo esencial.

Es la primera vez en muchos años que unas elecciones presidenciales chilenas importan mucho a los vecinos. ¿Por qué? No es difícil darse cuenta: se ha instalado un elemento de incertidumbre que llevaba tiempo ausente del escenario electoral chileno. Esto suena paradójico, teniendo en cuenta la superioridad dominante de Michelle Bachelet en las encuestas, pero ese dominio es, precisamente, la matriz de la incertidumbre.

Las preguntas que se hacen muchos observadores y enterados -ese informe especie que uno nunca sabe exactamente cómo definir- son muchas pero se pueden agrupar en tres: 1) ¿Será un eventual gobierno de Bachelet un factor de moderación de las corrientes sociales que quieren modificar el modelo vigente desde hace décadas o un instrumento, consciente o inconsciente, de ellas? 2) ¿Tendrá una eventual modificación del modelo chileno el efecto de aislar a Chile con respecto de sus imitadores externos o, por lo contrario, de motorizar en esos países a quienes cuestionan el modelo inspirado en la república austral y a larga desviar su curso actual? 3) ¿Cómo impactará un eventual gobierno de Bachelet la actual composición de fuerzas ideológicas en América Latina y sus respectivos proyectos de integración?

Todas estas preguntas parecen suponer un triunfo de Bachelet en primera vuelta pero es una impresión falsa porque la respuesta a ellas depende, en buena parte, de si se mantendrán o no ciertos equilibrios en la política chilena. Y esto es algo que no empezará a saberse antes de despejarse la incógnita de si habrá o no un “ballotage” y de cómo quedará la composición de fuerzas en el Congreso, especialmente en el Senado.

La primera pregunta es engañosa porque da la impresión de tener implicaciones sólo internas. En realidad, las tiene también externas: si Bachelet, en la hipótesis de que sea elegida, se vuelve un factor moderador de las corrientes que presionan desde la izquierda, el paradigma chileno, tal y como se lo entiende en la región, no sufrirá una variación esencial aun si ciertos aspectos cambian. Pero si se da el caso contrario, el efecto será muy importante en la medida en que debilitará a los partidarios del modelo chileno, que agrupa a varios gobiernos y oposiciones, y viceversa. Una cosa es observar con sorpresa desde el extranjero que los estudiantes y parte de las clases medias se levantan contra el sistema educativo y reclaman con impaciencia mejores servicios públicos, y otra muy distinta es que se perciba que, con respaldo y bajo presión de una mayoría, la Concertación, considerada hasta hace poco uno de los dos baluartes del modelo, procede a erosionarlo de forma sistemática.

Supongamos que en Chile se empieza, en efecto, a erosionar ese modelo. Ello podría ocurrir, por ejemplo, si un cambio de la Constitución acabara siendo mucho más que un proceso de eliminación del “pecado original” de ese texto fundamental, es decir de su origen pinochetista, y se volviese un instrumento de reforma de las estructuras que hacen posible el éxito que ha llevado a Chile a un per cápita (basado en la paridad del poder de compra) apenas distanciado del desarrollo en cinco mil dólares. ¿Qué causaría semejante cosa en la región: un cierto aislamiento de Chile o el comienzo del fin del consenso que en otros países llevó a adoptar, sin admitirlo abiertamente, buena parte del modelo chileno?

Me atrevo a pensar que lo segundo, aunque ocurriría con lentitud y de forma no rectilínea ni acompasada. Por razones más bien obvias: en los países en cuestión, principalmente los de la Alianza del Pacífico, ya hay sectores nutridos que cuestionan el modelo vigente y fuerzas que debilitan su legitimidad. En el Perú, un Humala distinto al que luego gobernaría obtuvo la primera mayoría en la primera vuelta con una propuesta abiertamente retrógrada. En Colombia, vimos hace poco una protesta rural liderada por la Mesa Agraria Nacional de Interlocución y Acuerdo y por la Coordinación Nacional Agraria que cobró dimensiones nacionales y apuntó, entre otras cosas, contra los 15 TLC que a fines de 2013 atan a los colombianos con el resto del mundo. 

En México, la capital está semiparalizada (lo pude comprobar hace poco) desde hace meses porque una reforma educativa que pretende evaluar a los maestros enfrenta la resistencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación con medidas de fuerza impresionantes, sin que el gobierno se atreva a hacer mucho.

En Argentina, la oposición en sus distintas variantes, incluyendo a los peronistas disidentes, ha ido transitando hacia un cuestionamiento más frontal del modelo populista con propuestas que, sin atreverse por ahora a adoptar el paradigma chileno abiertamente, apuntan más bien en este sentido. Por tanto, una deslegitimación de ese paradigma en el mismísimo Chile sería un arma tentadora para el gobierno de Cristina Kirchner en su desesperada carrera hacia una derrota que no sea demasiado grave en 2015. Pienso no sólo que sería más difícil para la oposición defender la alternativa liberal en la campaña electoral sino, sobre todo, que sería aún más complicado gobernar con esa bandera a partir de 2015 contra un peronismo opositor envalentonado por el retroceso chileno en el que baso mi hipótesis negativa.

¿Y Brasil? Aquí es donde la segunda y la tercera pregunta en que agrupé los interrogantes de la incertidumbre regional frente a los comicios chilenos se entrelazan. Porque para nadie es un secreto que Brasil está activamente tratando de desacelerar la Alianza del Pacífico, a la que ve, quizá con una pizca de exageración pero no demasiada, como un competidor frente a su modelo de integración, léase Mercosur o Unasur (basta que uno tome contacto con sectores políticos y diplomáticos en Santiago para que le cuenten historias por todos lados sobre cómo la embajada brasileña tiene la misión específica de hacer contrapeso al entusiasmo que hay entre muchos chilenos por la Alianza del Pacífico). Dado que Bachelet tiene una devoción particular por Dilma Rousseff y que sus aliados y amigos no son precisamente fanáticos de este esfuerzo integrador, máxime teniendo en cuenta el rol que ha jugado en él Sebastián Piñera, ¿que cabe esperar si, una vez instalada en La Moneda, ella decide “equilibrar” más las cosas? ¿Tal vez que Bachelet arrastre sutilmente los pies con respecto al proceso del que forma parte Chile junto a México, Perú y Colombia con el apoyo de varios países amigos y algunos aspirantes a ingresar como miembros plenos?

Suponiendo que así fuera (en ningún caso ocurriría de modo desembozado porque Bachelet, que ya ha gobernado, es consciente de que se verían afectadas ciertas relaciones), es evidente que habría un efecto en la correlación de fuerzas en el subcontinente.

La rivalidad amistosa y no declarada entre la Alianza y procesos como Mercosur y Unasur es la de dos modelos de sociedad pero también dos formas de entender las relaciones con el resto del mundo. Mercosur ha sido declarado un fracaso no sólo por otros países latinoamericanos sino por algunos de sus integrantes, como el Uruguay del Presidente Mujica, y en la práctica por la propia Rousseff, que está coqueteando con la idea de una negociación directa con Europa sin tener demasiado en cuenta a sus vecinos. En cambio, la Alianza empieza a despertar entusiasmos mundiales, como quedó simbolizado hace pocos días cuando Christine Lagarde, la directora gerenta del FMI, describió a sus integrantes como “mi grupo líder”, en referencia a las perspectivas económicas en América Latina. Si un país tan emblemático en este proceso como Chile decide favorecer la estrategia brasileña, ello tendrá un efecto paralizante en la tierna y novedosa iniciativa, la única que está caminando hacia la integración real.

Siendo ese el caso, saldrían favorecidos algunos países, los del bloque populista autoritario, que llevan meses pronunciándose, en este caso frontalmente, en contra de la Alianza. Curiosamente, aunque Brasil ha mantenido una cierta distancia con esos gobiernos populistas, por lo menos en comparación con lo que ocurría en tiempos de Lula, la estrategia de desaceleración de la Alianza convendría, desde el punto de vista político, a ambas partes de la izquierda latinoamericana: a Brasil porque le quitaría de en medio a un competidor por el liderazgo paradigmático del continente (la Alianza, para colmo, suma una población y un PIB no muy distintos de los que representa la primera potencia sudamericana) y los gobiernos populistas porque pasar de un continente en el que Chávez parecía liderarlo todo a otro en el que la Alianza liberal está de moda y ellos en proceso de marchitación equivale a una derrota.

Aun si las cosas no llegaran a ese extremo, el solo hecho de que Chile se acercara en exceso a la órbita de los países menos exitosos tendría implicaciones para la percepción internacional con respecto a América Latina. Esto es así exactamente por las mismas razones por las que la proliferación de imitadores de Chile en esta parte del mundo ha repercutido en la imagen latinoamericana ante los países desarrollados. La lectura que se haría es que Chile se ha vuelto un país predictor, es decir un anticipo de lo que sucede en América Latina cuando las clases medias emergentes deciden que el modelo es demasiado asfixiante para su legítima aspiración de tener servicios de primer mundo. En el contexto de desaceleración general del subcontinente por el enfriamiento de los “commodities”, y teniendo en cuenta la perspectiva de que se disparen las tasas de interés como resaca de la política inflacionista de la Reserva Federal y otros bancos centrales del mundo, no estamos hablando de poca cosa.

Por eso hay expectativa en la región en que, si Bachelet gana los comicios, se mantengan unos equilibrios políticos y sociales básicos que impidan que la legitima búsqueda de profundización del modelo como respuesta a los ciudadanos que le tienen desamor se traduzca en un declive. Los equilibrios de la sociedad chilena son también necesarios en Sudamérica, donde la Alianza del Pacífico ha empezado a compensar lo que hasta hace poco era un claro escoramiento regional hacia la versión más populista de la izquierda.

Por primera vez en bastante tiempo muchos latinoamericanos creen, creemos, que no es poco lo que se juega esta región mañana. Buena suerte.

Fuente LA TERCERA (Chile)

sábado, 9 de noviembre de 2013

ASUMIR LA RESPONSABILIDAD. Alfonso Aguiló (*)

“The buck stops here!”, que puede traducirse como “asumo la responsabilidad”, es una frase hecha que popularizó el Presidente Harry Truman, con un gesto muy típico suyo y que en su tiempo fue muy comentado. Sobre su mesa, en la famosa Sala Oval de la Casa Blanca, presidiendo su trabajo diario, había un letrero que estaba ante sus ojos y que se lo recordaba constantemente.

Esa vieja frase, "The buck stops here!" venía a recordarle que cuando hay una decisión que tomar, esa decisión ya no podía ir más allá de su mesa. No había ya ninguna otra persona que estuviera por encima y pudiera cargar con esa responsabilidad. Era él quien tenía que decidir y asumir las consecuencias.

“El balón se detiene aquí”, sería una traducción más literal. No se lo puedo endosar a otro. No puedo pasarlo a otra persona, al siguiente escalón más arriba, ni al de abajo. No puedo echar balones fuera. Aquella frase era una forma de poner un límite a esa tendencia natural que muchas veces sentimos y que nos empuja a quitarnos de en medio, o a alargar inútilmente los debates, o a prolongar el recuento de ventajas e inconvenientes de una opción o de la otra cuando, en el fondo, sabemos que el problema principal es que nos da miedo afrontar la realidad y asumir las consecuencias de una resolución difícil. Truman repetía que estaba allí para eso, para tomar decisiones y, con ellas, correr el riesgo de acertar o de equivocarse.

Muchas personas tienen demasiado miedo a decidir, y con ello acaban transfiriendo a otros una buena parte del control de su vida. Quien tiene que decidir y no decide, enseguida se ve sometido a los dictados del entorno que le rodea, o al azar. Sus indecisiones y sus miedos, su tendencia a prolongar los dilemas que les inquietan, les hacen ir cediendo cada vez más espacios de libertad y ser arrastrados por la corriente de la vida sin apenas usar el timón, ni los remos, ni siquiera bracear un poco. Además, muchas veces comprueban que las decisiones que no debían retrasar y retrasaron, les han traído luego problemas mayores y que han exigido decisiones aún más difíciles y dolorosas.

Es verdad que nunca tenemos el control total de nuestra vida, incluso ni siquiera de la mayor parte de ella. Y es verdad también que a veces vemos que no haber alcanzado nuestros deseos ha sido una suerte, porque las cosas han salido de modo diferente a lo que pensábamos y eso nos ha llevado finalmente una solución mejor. Eso sucede porque nuestro conocimiento propio y nuestro conocimiento de la realidad que nos rodea son siempre bastante limitados, y por eso debemos tener la humildad de relativizar un poco nuestras opiniones, o las composiciones de lugar que nos hacemos. Pero todo eso no quita que, cuando tenemos que decidir, no podemos echarnos atrás por miedo o por falta de madurez. Podemos pedir consejo, y será bueno hacerlo con frecuencia, pero las decisiones nuestras debemos tomarlas nosotros, sin pasar la pelota a nadie.

Es verdad también que a veces lo más sensato es no precipitar una decisión, porque necesitamos madurar más las cosas, o porque es prudente pedir consejo o hacer alguna consulta. Pero, si somos honestos, observaremos que hay otras ocasiones en que rastreamos nuestra mente para encontrar motivos que eviten una decisión, y aunque esos motivos aparezcan enseguida, más o menos reales, y más o menos bien estructurados, sabemos que son excusas y justificaciones impuestas por nuestra comodidad o por nuestra cobardía. Por eso es importante chequear nuestras verdaderas motivaciones interiores, para reconocer si provienen del deseo de tomar una decisión mejor o si responden más bien a nuestro deseo de evitarnos un mal trago.

(*) ALFONSO AGUILÓ (Madrid, 1959) es  Ingeniero de caminos, canales y  puertos (Universidad Politécnica de Madrid, 1983) y Máster del IESE (PADE 2008).   Desde 2002 es director del Colegio Tajamar, en Madrid, desde 2007 Presidente de  la  Asociación  Madrileña  de  Empresas  Privadas  de  Enseñanza  (AMEPE‐CECE)  y  desde 2011 Vicepresidente de la Confederación Española de Centros de Enseñanza.Ha publicado diez libros sobre temas de educación y antropología, así como más de  doscientos artículos en diversas revistas y publicaciones.  Es Vicepresidente del Instituto Europeo de Estudios de la Educación (IEEE).