Carlos Goedder .- En medio de la insurrección civil venezolana, a la cual no
da soluciones ningún político ni de Gobierno ni de Oposición, se ha encontrado
un chivo expiatorio: el director Gustavo Dudamel.
Escribo este artículo mientras Venezuela se ha convertido en
campo de batalla. Los estudiantes venezolanos han salido a protestar contra la
tiranía chavista, incapaz de darles lo mínimo necesario para sus proyectos
vitales: comida, seguridad ciudadana y no menos importante, LIBERTAD.
Ha sido
una nota de dignidad que ha estado esencialmente ausente en una Venezuela
absorta en la supervivencia (haciendo filas interminables para cazar alimentos
escasos en supermercados) o bien en colocarse en dólares baratos haciendo
arbitraje con el tipo de cambio oficial. Apostaría que el 50% de los adultos
indignados venezolanos lo están precisamente por las crecientes restricciones
que en 2014 se han generado para conseguir esos dólares subsidiados: escasez de
boletos aéreos que son necesarios para el ansiado “cupo” de dólares (regalados
a un precio equivalente a menos del 10% del precio de mercado); prohibición de
enviar divisas hacia Colombia, paraíso de los negociantes del dólar, cuya
proximidad geográfica permite inventarse compras falsas, espurios envíos de
remesas a parientes y toda una gama de ingeniosas formas para enriquecerse
gracias a un estúpido control estatal que lleva una década en vigor.
Este modelo
de apropiamiento de dólares está vigente en Venezuela desde 1983, con agencias
estatales como RECADI, luego la OTAC y ahora CADIVI. Se ha tolerado gobiernos
corruptos, ineptos y tiránicos por mantener este festín colectivo de robo e
inflación. Así que la protesta de los estudiantes ha sido una ansiada nota de
dignidad y moral en medio de una sociedad que lleva décadas inmersa en este
tipo de negocios, alcoholizada o inmersa en fiesta, donde un grupo minoritario
de personas intenta buscarse la vida honestamente.
La inmolación de estos estudiantes recuerda Abril de 2002,
cuando la insurrección popular logró deponer el chavismo. A las 48 horas volvía
Chávez al poder, en algo que podría ser un guión de Fellini pero no, fue real.
Los políticos opositores a Chávez y los militares custodios del orden
constitucional sencillamente no se pusieron de acuerdo sobre cómo repartirse el
poder y colocaron de nuevo al aspirante a Fidel Castro, quien desde entonces
recrudeció su militarismo, intolerancia y violencia. Sus grupos armados,
“tupamaros” andan sembrando terror paramilitar por las calles venezolanas hoy
día. Dolorosamente, en este momento vuelve a ocurrir lo de 2002: los políticos
de la Oposición andan sin un liderazgo claro y el candidato que se dejó
arrebatar su legítimo triunfo presidencial en 2013, cree estar haciendo
política en Disneylandia y desperdicia una oportunidad histórica (sus
declaraciones están en
http://mexico.cnn.com/mundo/2014/02/15/los-venezolanos-no-somos-violentos-dice-capriles-a-manifestantes).
Mientras la tiranía masacra estudiantes,este Capriles dice que «La protesta no
tiene por qué ser anarquía», en un momento en que la desobediencia civil es el
único camino civilizado para deponer el inepto totalitarismo venezolano. Los
opositores llevan una década sin aceptar un mando único. Probablemente varios
estén sobornados como ya lo estuvo hace una década un pseudo-opositor de
Chávez, Francisco Arias Cárdenas, quien hoy día es diplomático del chavismo
ante la ONU. La sangre derramada de Abel clama por unos políticos medianamente
operativos que lleguen a un acuerdo para hacer una Transición ordenada que deje
atrás un Desgobierno cuyos únicos logros han sido inflación, escasez,
corrupción, violencia (Caracas es la tercera ciudad con más homicidios en el
mundo y Barquisimeto la novena), sometimiento al imperialismo comunista cubano
y emigración masiva.
No obstante, en medio de esta situación, las redes sociales
venezolanas han encontrado un culpable para dirigir toda su furia: el director
orquestal Gustavo Dudamel. Casualmente él es portada de la revista BBC Music
Magazine este mes, elogiando su titánico trabajo con la Filarmónica de Los
Ángeles. En su país se opta por boicotearlo y colocarlo como blanco de cuanto
insulto y manifiesto se ocurre en Facebook o Twitter.
El 12 de febrero, Día de la Juventud en Venezuela, Dudamel
tenía programado un concierto oficial conmemorando el aniversario de las
Orquestas Juveniles Venezolanas, “El Sistema”, originado el 12 de febrero de
1975 y liderado desde entonces por José Antonio Abreu (entre muchos
reconocimientos, este Sistema cuenta con el Premio Príncipe de Asturias). Las
orquestas tienen apoyo estatal desde la FESNOJIV (Fundación del Estado para el
Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela). Lógicamente,
el concierto conmemorativo tuvo invitados del Gobierno. Ese mismo día y en
simultáneo estaban ocurriendo los primeros choques del Gobierno con los
estudiantes, quienes a su modo celebraban el mismo Día de la Juventud. Vaya uno
a saber si Dudamel, inmerso en las responsabilidades de un Concierto y
probablemente recién bajado del avión, se enteró de lo que pasaba mientras
dirigía. En cualquier caso, cumplió su concierto.
Una distinguida pianista venezolana, Gabriela Montero,
residente en el exilio, encendió la mecha. Señaló en su twitter -y se hizo eco
de ello tanto la prensa tanto internacional como venezolana- que escribiría una
carta a Abreu y Dudamel condenando que hubiesen dado ese concierto.
La carta
sinceramente luce como un texto poco meditado y más bien hecho por impulso.
Está en
http://www.el-nacional.com/escenas/Gabriela-Montero-dirigio-Dudamel-Abreu_0_355764573.htmlA
partir de allí se eligió el nuevo chivo expiatorio. Otro venezolano en el
exilio, el destacado economista Ricardo Hausmann, fue más allá y dejó a un lado
el tono respetuoso de la crítica hecha por Montero. Dijo sobre Dudamel esta
perla: “Es un gigante de la música pero un enano de la moral” (ver
http://www.elnuevoherald.com/2014/02/14/1680045/dudamel-enfrenta-criticas-en-venezuela.html).
A partir de allí Facebook, Twitter y cuanta red social usen los venezolanos
(mientras no se las apague Maduro) se llenó de mensajes contra Dudamel. En el
Facebook de Carlos Alberto Torres Fletcher se colocó una foto de Dudamel al
lado de Maduro y se pidió traducir a cuánto idioma manejen los venezolanos en
el exilio un texto de boicot, por demás tampoco elaborado con solvencia y
cercano más bien a la consigna simplificadora que tanto éxito tiene en tiempos
violentos (https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10151913017997021&set=a.95686952020.97148.549497020&type=1)
¿Por qué elegir a Dudamel como blanco?
Lo primero que merece un comentario es lo siguiente.
Evitando caer en la falacia de juzgar a la persona y no a la idea, hay algo
claro: ni Montero ni Hausmann trabajan en Venezuela. Se marcharon de allí.
Dudamel, teniendo la dirección de la L.A. Phil, con un hijo estadounidense, con
acceso a los podios de la Filarmónica de Berlín y Viena por poner apenas dos
nombres, siendo ex director de la Sinfónica de Gotemburgo y seguramente el
próximo Karajan, sigue yendo a su país a formar músicos, dirigir orquestas y
grabar discos. El sello discográfico Deutsche Grammophon graba los discos de
Dudamel y la Sinfónica Simón Bolívar en Caracas, tomando riesgos auténticos
para la integridad física del equipo que hace la grabación. Montero y Hausmann
indudablemente ponen en alto el gentilicio venezolano con su destacado trabajo.
No obstante, creo que vale para Montero recordarle el hecho de que Dudameles un
colega músico y tanto a Hausmann como a ella que él si sigue trabajando en su
país, lo cual merece algo de respeto. Me temo que la frustración y el dolor
ante lo que ocurre en Venezuela hicieron que alguien tan políticamente correcto
y brillante como Hausmann dijese esta desafortunada frase o quizás se le citó
mal. En cualquier caso, hay muchos enanos morales en Venezuela. No creo Dudamel
entre en esa categoría. Y también hay muchos enanos morales en el exilio
venezolano, quienes a diferencia de Montero o Hausmann nada útil hacen, salvo
disfrutar los dólares que saquearon al erario venezolano antes de Chávez y
presumir ahora de adalides morales ante el chavismo. En Venezuela se roba y se
viola el derecho desde hace décadas.
El chavismo es el epílogo y el aquelarre final
de esa tendencia. No obstante, muchos venezolanos que hoy se rasgan las
vestiduras antes los despropósitos del chavismo son los mismos que doblaron la
cerviz cuando Jaime Lusinchi impuso a su amante Blanca Ibañez en el Gobierno de
Venezuela, le puso traje militar y amparó todas las corruptelas imaginables, no
sólo de dólares preferenciales sino hasta de comercializarcon un complejo
residencial oficial que llevaba el nombre del Papa Juan Pablo II. Muchos de los
adalides de la moralidad venezolana también robaron dólares bajo el desgobierno
de Rafael Caldera entre 1994 y 1998. Millones de venezolanos asistieron
impasibles al avance de la exclusión social y la miseria en su país, tolerando
gobiernos corruptos, como buenos latinoamericanos. Así que muchos han tenido la
música de la fiesta encendida durante la hecatombe venezolana. Montero y
Hausmann escapan a esta tendencia.
Son venezolanos con sólida ética de trabajo
y quienes tuvieron que salir del país para poder alcanzar las alturas
profesionales que merecen. Hausmann intentó desde las políticas públicas
revertir el rentismo petrolero, trabajando en el segundo gobierno de Carlos
Andrés Pérez, por cierto la única administración que hizo algo serio en
Venezuela desde 1973 – tiene mérito que el propio Pérez enmendase las
desastrosas políticas protochavistas que condujo durante el boom petrolero de
los años setenta. Venezuela clamó por su rentismo y se sacó a Pérez para
colocar a Caldera y Chávez. Hausmann tuvo que buscar refugio en prestigiosos
organismos multilaterales y Harvard. Y menos mal que lo hizo y ha seguido
produciendo maravillosos trabajos académicos sobre Venezuela. Montero no pierde
ocasión de clamar en los escenarios internacionales por los desmanes de la
tiranía venezolana, al mismo tiempo que rescata el arte de la improvisación
pianística y toca con titanes como Martha Argerich. No obstante, Dudamel no
está haciendo menos que ellos por Venezuela. Me atrevería a decir que está
haciendo incluso algo más y merece la mayor consideración. Veamos por qué.
Dudamel forma parte del Sistema de Orquestas Juveniles. Este
joven humilde con un padre músico, tuvo la protección de José Antonio Abreu y
desde los doce años trabaja en el podio. Triunfó en un gran concurso
internacional, se convirtió en el primer venezolano fichado por
DeustcheGrammophon y ganó la admiración de toda la escena musical
internacional. Con su trabajo, logró poner en las mejores grabaciones y salas
de concierto al Sistema de Orquestas Juveniles fundado por Abreu. Tocó la
suerte de que un programa social, iniciado en 1975 para promover la educación
ciudadana desde la música y combatir la exclusión social, tuvo en sus filas a
un auténtico genio musical como Dudamel, a uno de los “predestinados” de que
hablaba Schumann. El fallecido Claudio Abbado, Daniel Barenboim, SimonRattle,
la hija de Leonard Bernstein, todos han quedado cautivados por el genio de
Dudamel.
Ha puesto en el mapa musical mundial a Venezuela. Y apréciese lo
siguiente: Dudamel tiene todo para hacer una vida feliz lejos de Venezuela.
Tiene trabajo y dinero garantizados para toda una vida artística. No obstante,
“The Dude” como le llaman cariñosamente en EEUU sigue trabajando en su país. El
coste de oportunidad es alto: tuvo que dejar su podio de Gotemburgo por falta
de tiempo y seguramente lo habría mantenido si hubiese abandonado la Orquesta
Simón Bolívar de Venezuela, donde ni remotamente gana el salario y tranquilidad
suecos. La salida fácil para Dudamel era hacer un berrinche: protestar contra
Chávez o Maduro, ganar buena prensa por ello, quedar en el extranjero como un
adalid de la libertad, atraerse buen apoyo del adinerado sector conservador de
EEUU que patrocina orquestas y hacer su vida de American Dream. No obstante,
Dudamel, como buen músico, tiene la combinación exacta de pasión y mesura.
¿Puede un hombre sensible, un gran músico estar impasible ante la tiranía
venezolana? Quien piense esto desconoce cómo piensa un gran artista. Dudamel ha
preferido actuar como un revolucionario, en lugar de como un rebelde.
Déjenme explicar
el cálculo mental que apuesto hizo Dudamel. Logré comprenderlo cuando yo mismo
me molesté mientras lo veía tocar en el funeral de Chávez ante Raúl Castro y
Ahmadineyad.
Si Dudamel arma su berrinche, hará un gran daño al Sistema
de Orquestas Juveniles Venezolano. Desde 1975, coincidiendo con la época de
mayor declive moral que haya tenido Venezuela, mediante el saqueo sistemático
de la renta petrolera, Abreu logró que el Gobierno hiciese algo de política
social sacando a los jóvenes venezolanos de la marginalidad cotidiana mediante
la música. Quien desee entender el impacto de este Sistema de Orquestas
Juveniles debe leer una obra que reseñé en otro artículo,
ChangingLives
[Cambiando Vidas] de TriciaTunstall (W.W. Norton & Company,2012). Lamentablemente
no está en castellano. Vayamos a las cifras para que se vea la escala de El
Sistema: “En un país con una población ligeramente por encima de los 28
millones de habitantes, aproximadamente 370.000 niños y jóvenes actualmente
forman parte de El Sistema.” (p. 36). Y se complementa ese dato con esto:
“El número de niños del Sistema [de Orquestas Juveniles] que
viven en pobreza es estimado entre 70 y 90 por ciento. Para todos los niños,
este programa es completamente gratis, proveyendo instrumentos, maestros, uniformes
y otros servicios nutricionales y sociales al mismo tiempo.
De acuerdo a
Patricia González, una representante del Director Ejecutivo, Eduardo Méndez, el
presupuesto total de FESNOJIV para 2010 fue de aproximadamente USD 120 MM. La
gran mayoría de esta suma viene del Gobierno Central; otras fuentes incluyen
donaciones privadas y rendimientos de interés sobre cuentas bancarias. Un
reporte preparado por el Banco Interamericano de Desarrollo [donde trabajó
Hausmann por cierto], el cual ha apoyado a FESNOJIV con préstamos sustanciales,
cita evidencia de que los participantes en El Sistema tienen mejor rendimiento
académico y menos problemas de conducta que los jóvenes venezolanos que no son
parte del Sistema. La tasa de deserción de la educación secundaria para los
adolescentes venezolanos es superior al 26 por ciento, pero para los
participantes en el Sistema la tasa baja a 6,9 por ciento.” (p. 37)
Cuentas, no cuentos. Y ahora cedamos la palabra al propio
Dudamel en la otra entrega que protagonizó de la Revista BBC Music, en junio de
2008. Sobre los jóvenes de El Sistema, el director decía: “Ellos no tocan
porque sea su trabajo; ellos tocan porque es su vida. Aman su música. Como
músico, necesitas sentir que estás disfrutando lo que estás tocando y eso irá a
la audiencia.” (p. 29) Y mira por donde en la misma página se cita una
declaración hecha en 2004 por Gabriela Montero sobre los muchachos de la
Orquesta: “Estos músicos devoran la música clásica con la misma energía y fuego
con la que encienden la pista de baile cuando danzan salsa. Esa energía es lo
que hace su interpretación tan revitalizante.”
Luego, me parece que Dudamel ha sido lo suficientemente
prudente, sabio y responsable como para tragarse el dolor por el Gobierno que
tiene Venezuela, más agudamente perceptible para quien como él lleva años
integrado en sociedades del mundo desarrollado.
Ha preferido seguir trabajando
para que casi 400.000 humildes muchachos venezolanos escapen del destino al que
les ha sometido la política pública venezolana desde hace décadas: morir de
hambre, sumarse a una pandilla, traficar drogas, morir asesinado por resistir
que les roben un par de zapatos o entregarse a la autodestrucción. Y plantearse
esta ecuación mental de responsabilidad hacia el prójimo, de solidaridad y
empeñar en ello la vida es algo que merece respeto, de Montero, de Hausmann y
de todos los que están acribillando a Dudamel y buscando le destruyan en los
medios periodísticos internacionales. Me imagino cuántos compatriotas
venezolanos envidiarán los logros de Dudamel y buscarán dañarle, colocándose
esta oportunidad como la perfecta (destaco:ni por asomoes la envidia un motivo
para Montero o Hausmann. Ellos no son de esa índole). Dudamel le recuerda a
muchos venezolanos que pueden elegir otra vida. Es una prueba de que puede
triunfar otra cosa que no sea la corruptela y complicidad con los ladrones del
sector público. La avalancha de vilipendios hacia él en las redes sociales
recuerda algo que escribía el mismísimo maestro de Simón Bolívar, Simón Narciso
Rodríguez, en su Defensa de Bolívar de 1830: “Sólo en la América Española se
duda del mérito de un hombre por ser americano… Este ejemplo lo han tomado los
colonos de la madre patria: en ningún lugar vale menos el talento de un español
que en España."
Admiramos a los jóvenes que están ahora exponiéndose a la
muerte y en más de un caso entregando efectivamente la vida ante el cobarde totalitarismo venezolano. Ahora bien,
¿No son los jóvenes de las Orquestas Juveniles otros luchadores no menos
dignos? En una sociedad que promueve la riqueza fácil, el oportunismo más
ramplón y la violencia, han optado por hacer música y abrir ese mundo a su
entorno inmediato: familia y barrio pobre. Diariamente, desde 1975, los jóvenes
venezolanos de las Orquestas están protestando contra la inmoralidad venezolana
empuñando como arma un instrumento musical. Y esto también demanda mucho
sacrificio y riesgos cotidianos, mucha voluntad y convicción. Como la que
demanda salir a jugarse la vida en medio de una sociedad aturdida por el robo,
el alcohol, la violencia y el hambre, donde los políticos jamás incluyen en sus
cálculos otra cosa que sus cuentas bancarias y su poder burocrático.
En la reconstrucción venezolana, se precisa del acuerdo y
trabajo en equipo por gente como Montero, Hausmann y Dudamel. Que se organicen
y trabajen en armonía es necesario para un proceso durísimo que vivirá
Venezuela cuando acabe esta anarquía propiciada por verdaderos enanos morales
como Lusinchi, Caldera, Chávez, Maduro, Cabello y secuaces. Si ceden a la
cultura chavista de odio, división y muerte sólo prolongarán el sufrimiento en
Venezuela por más generaciones. Las cartas y tachaduras de inmoralidad deben ir
hacia los políticos de Oposición venezolana, cuya ineptitud, miopía y comodidad
están colocando en riesgo una nueva oportunidad histórica para Venezuela. La
Oposición en Venezuela carece de proyecto para su país, se destaca por su
ausencia de propuestas. Al menos Rómulo Betancourt, cuando combatió las
dictaduras de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez hizo el ejercicio de
exponer su visión sobre el gran problema venezolano, el rentismo petrolero.
Desde esa reflexión sistemática, plasmada en el libro Venezuela, Política y
Petróleo de 1956, ningún líder político venezolano ha hecho un ejercicio
intelectual de políticas públicas semejante. Capriles no lo ha hecho tampoco. Y
el elector percibe esa flaqueza y varios temen que la Oposición sea otro salto
al vacío.
Muchos acusan a Dudamel de tocar música durante una matanza.
Apostaría que él sufrió bastante durante ese concierto ineludible. Por el
contrario, millones de venezolanos han tenido una “buena rumba” mientras
Venezuela apostaba decididamente por la exclusión social latinoamericana,
teniendo todo para ser un país que viviese como Noruega o Canadá gracias a la
renta petrolera. La atronadora música y el güisqui siguen vigentes en una
Venezuela llena de inmoralidad colectiva, donde hay bastiones de resistencia en
una minoría de gente que puede decir auténticamente “yo no he robado, yo no me he
metido en cargos públicos para saquear, sencillamente he dedicado mi vida a
trabajar, educar a mis hijos y mantener una familia virtuosa.” Y cada
venezolano de estos ha hecho una lucha tan significativa como la de los jóvenes
de las orquestas y los estudiantes masacrados esta semana.
Las Orquestas Juveniles tienen el gran punto débil de toda
la moral colectiva venezolana: dependen del Estado, dependen del poder
económico de un Gobierno que administra a su capricho la renta petrolera, cuya
captura es el afán cotidiano de la mayoría venezolana. No obstante, al menos
usan su porción de renta para construir algo de calidad de vida y ciudadanía en
un país empeñado en la autodestrucción.
Bogotá, Febrero de 2014