martes, 11 de marzo de 2014

LA BRUTALIDAD FORMA PARTE DE LA IDENTIDAD TOTALITARIA



OPINION: Emilio J. Cárdenas Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas. 

En la monumental obra: “El Libro Negro del Comunismo”, que describe los crímenes, terror y represiones de los gobiernos comunistas, Stephane Courtois sostiene, con mucha razón, que existe una verdadera “dimensión criminal” del comunismo, que aparece con sólo contemplar como históricamente no ha vacilado en usar la fuerza para reprimir violentamente a su propio pueblo. Cada vez que lo creyó necesario.

 Por esto, lo que está ocurriendo en Venezuela no debiera sorprender realmente a nadie. Ni las muertes de civiles inocentes que protestaban pacíficamente. 

Ni las cobardes e inhumanas torturas a las que se sometiera a estudiantes de ambos sexos. Ni los numerosos presos políticos, que incluyen a dirigentes de la oposición y gremiales. Ni, por cierto, la abierta barbarie desplegada por los matones venezolanos a sueldo, con los que las autoridades procuran disimular lo que sucede y alejarse de asumir las responsabilidades del caso. Como lo acaba de denunciar pública y directamente la valiente Conferencia Episcopal de Venezuela que aglutina a los obispos católicos de ese país.

 Los auto-denominados “bolivarianos” están gravemente preocupados. Y no sin razón, después de haber sometido a Venezuela mediante el terror y las intimidaciones de todo tipo por espacio de 14 insufribles años, advierten que todo tiembla en un país devastado.

 Porque lo que ha sucedido en las calles de su país puede resumirse en que la gente ya perdió el miedo y, advirtiendo que está en juego el futuro de sus libertades esenciales, sigue saliendo a las calles, día tras día.
 En esto ha estado ya, corajudamente, por espacio de dos largas semanas. Estoica y heroicamente, a la vez. En total inferioridad de condiciones y sujeta a agresiones de todo tipo. Porque no quiere vivir en lo que percibe será mañana otro verdadero “apartheid” político, similar al de Cuba. Disfrazado probablemente de régimen de “partido único”, donde el que no entona el “discurso único”, sabe que simplemente no existe. Que no será tenido en cuenta y que, si habla, será demonizado e insultado y -como si todo eso fuera poco- terminará inexorablemente mal.

 Si miramos a Cuba, el panorama sobre lo que sucede en la colonizada Venezuela se aclara. Primero están los 15.000 fusilamientos dispuestos por Fidel Castro, por los que ha logrado vivir en la impunidad. Pocos los recuerdan. Menos aún son aquellos que le asignan responsabilidad alguna por lo sucedido. Como si nadie hubiera ejecutado esos crímenes, ni fuera responsable por ellos.

 Además está lo que sigue sucediendo. Cada vez más. Me refiero al uso creciente de grupos para-policiales, por cuyo accionar violento en rigor nadie es responsable. Hablamos de las llamadas “Brigadas de Respuesta Rápida” cubanas, que aparecieron en la década de los 80 y que siguen activas, con sus pistolas y palos, dependiendo del Ministerio del Interior.

 Con sus matones, que incluyen a ex delincuentes y a lo que nosotros llamaríamos las “barras bravas”. Con ellos se agrede -física y verbalmente- a la disidencia. Constantemente. Sin descanso. Cada vez que se cree que ello es conveniente o necesario para el régimen.

 Esos grupos -irregulares presuntamente- tuvieron que ver con las 6.400 detenciones arbitrarias que ocurrieron en Cuba durante el año 2013. La política de Raúl Castro es -queda visto- también violenta. Aunque algo distinta, quizás. Reprime con violencia singular, aunque quirúrgica. Con arrestos breves. Con agresiones físicas duras, pero cortas, que aparentemente procuran ahora no ser terminales. A lo que suma multas y sanciones pecuniarias contra gente sumergida en la pobreza que vive en la precariedad.

 En Cuba todos sienten indefensión y ese es precisamente el objetivo del régimen hereditario de los hermanos Castro. No otro. Aterrar es el objetivo central y permanente, resumido en esa sola palabra. Las indefensas “Damas de Blanco” (las esposas de los disidentes encarcelados) son uno de sus blancos constantes y preferidos. Lo que evidencia la singular cobardía que subyace a su injustificable accionar.

 La brutalidad ha sido exportada siempre por Cuba. Es de alguna manera parte de la “estrategia de seguridad” que Cuba sugiere a sus aliados y simpatizantes. Siempre. Porque sabe de su utilidad, por experiencia propia.


No caigamos entonces en el engaño torpe  de suponer que la brutalidad no forma parte esencial de la identidad totalitaria de los gobernantes que, con el nombre de comunistas u otro que sólo disimula su verdadera naturaleza, utilizan la violencia contra sus propios pueblos. Siempre. 

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