Opinión PAULINA GAMUS.-
El voto negativo de la mayoría de países
representados en la Organización de Estados Americanos -OEA- para que la
intervención de la diputada y líder venezolana María Corina Machado ocurriera
en sesión pública, fue una de las más provechosas metidas de pata de la
política exterior del gobierno de Nicolás Maduro. Más que analizar las razones
que animaron a once países a votar a favor de la sesión pública resulta
interesante explorar la de los 22 que votaron en contra. Están los aliados
incondicionales del régimen venezolano como Ecuador, Bolivia, Argentina,
Uruguay y Nicaragua y algunas islas del Caribe que han tenido un trato
petrolero preferencial desde tiempos del finado Hugo Chávez. Pero también un
país gigante que pretende convertirse en una suerte de imperio del Sur, como es
Brasil. Su representante fue el más ácido al expresar su voto en contra de la
sesión abierta diciendo que Brasil no se prestaría a un circo. Nada menos que
el país presidido por una mujer víctima de persecuciones, torturas y prisión por
parte de un régimen militar, como el que se va gestando en Venezuela.
Pero es
que Brasil ha sido escenario de multitudinarias manifestaciones que obligaron a
Dilma Rousseff a dialogar y aplicar ciertos correctivos en la orientación de su
gobierno. Como ese es el escenario de la Venezuela actual, llena de extremo a
extremo de protestas anti gubernamentales, curarse en salud les resulta
aconsejable a Brasil y a cualquiera de los otros países del continente, sobre
todo aquellos en los que sus mandatarios resienten el peso de la libertad de
prensa y buscan maneras de acallar a los medios de comunicación independientes,
como lo ha hecho con enorme éxito el régimen socialista del siglo XXI.
Lo que nos ocupa realmente al
escribir esta nota es el empeño, la tozudez de los gobiernos antidemocráticos
de tropezar mil veces con la misma piedra. Si la sesión de la OEA hubiese sido
pública, el discurso de María Corina Machado jamás habría tenido la repercusión
y el impacto que tuvo la rueda de prensa que ofreció después y que millones de
televidentes de Venezuela y del resto del continente pudieron ver gracias al
canal CNN en español y a NTN24 de Colombia, eliminado de los canales por cable
venezolanos por decisión del gobierno de Maduro. Así que por su torpeza, por su
afán de censurar todo aquello que incomoda al gobierno, el lobby venezolano
para que la mayoría en la OEA votara en contra de la diputada venezolana, la ha
potenciado como una líder (no voy a llamarla lideresa) que trasciende las
fronteras de su país.
¿Quién es María Corina Machado?
¿Por qué una joven mujer que pertenece a una familia de abolengo, de esas que
el escritor y psiquiatra Francisco Herrera Luque catalogó como “los amos de Valle”,
decide lanzarse al ruedo político en el peor y más turbulento momento de la
historia contemporánea de Venezuela? ¿Cómo es que una niña educada para ser una
ingeniera exitosa que siguiera la trayectoria empresarial de su padre y además
una dama de la buena sociedad caraqueña, se expone con entereza a las
agresiones del oficialismo chavomadurista que han pasado de lo verbal a lo
físico con fractura de tabique nasal incluida? ¿Cómo es que una mujer refinada
y de presencia frágil puede soportar sin soltar una lágrima, los insultos
obscenos y públicos de un militarote patán y corrupto, disfrazado de civil e
investido como presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela? No es fácil
encontrar respuestas en un país en que la oligarquía, burguesía, clase alta, élite
socioeconómica o como se la quiera llamar, siempre sintió profunda repugnancia
por la política en tiempos de democracia partidista. Prefirió medrar con esos
venezolanos de medio pelo que formaron partidos políticos y gobernaron el país
entre 1958 y 1998. La oligarquía venezolana que nunca fue lo que ha sido por
ejemplo, la colombiana, participó con entusiasmo en los gobiernos dictatoriales
de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez pero siempre le hizo ascos a un
partido de “patas en el suelo” como Acción Democrática y apenas mostró
simpatías, pero sin involucrarse demasiado, por el socialcristiano Copei
fundado por Rafael Caldera.
Lo cierto es que casi a la par de
la llegada de Chávez al poder, aparece en escena el nombre de María Corina
Machado, una mujer nacida en 1967, divorciada, con tres hijos, que funda la ONG
Súmate, para ejercer control ciudadano sobre los procesos electorales siempre
viciados que convocó el chavismo. Fue perseguida y acusada de ser un
instrumento del Imperio yanqui. Un día fue recibida en audiencia por el
presidente George W. Bush y eso desató las iras del anti imperialismo de
utilería de un país que vive (ahora sobrevive) gracias a los dólares petroleros
que nos suministra Estados Unidos de Norte América. Quiso ser candidata
presidencial contra Hugo Chávez en octubre de 2012, no ganó las primarias que
convocó la oposición. Se postuló entonces como diputada a la Asamblea Nacional
y fue la más votada de todo el país, pero también la más insoportable para la
mayoría oficialista. Un día se atrevió a increpar al mismo Chávez llamándole
mentiroso en cadena nacional de radio y televisión; el semidiós perdió la
compostura, no estaba acostumbrado a que alguien lo desnudara en público y
menos una mujer, a las que él solía tratar con cursilería besucona de macho
galante. Los insultos, anatemas, amenazas y agresiones de la cayapa oficialista
no se hicieron esperar y así continuó su presencia parlamentaria como una
piedra en el ojo del gobierno.
Cuando se iniciaron las protestas
en el estado Táchira en febrero de este año, luego extendidas a todo el país,
María Corina Machado fue culpada junto al líder y ex alcalde Leopoldo López, de
ser instigadora de los actos de violencia que ya han provocado 30 muertos e
incontables heridos y presos. El allanamiento de su inmunidad parlamentaria fue
aprobado de manera expedita por los juristas del horror del régimen y se espera
su pronta destitución del cargo de elección popular. Pero eso poco importa hoy
cuando el mismo régimen la ha transformado en una figura conocida y reconocida
a nivel internacional. Quienes leyeron la obra y vieron la película The Lady,
basada en la vida de Aung San Suu Kyi, la heroína de Birmania, ahora Myanmar,
podrán hacer una comparación, respetando todas las distancias, entre María
Corina y esa admirable mujer a quien la persecución, el atropello del
militarismo gobernante y la crueldad e injusticias, transformaron en una líder
con enorme arrastre popular.
Fueron sus perseguidores, carceleros y
torturadores mentales quienes la elevaron a ese rango que le ha merecido el
Premio Nobel de la Paz, el premio Sajarov a la Libertad de Pensamiento y, lo
más impresionante para nuestros efectos, el Premio Internacional Simón Bolívar.
Este premio instituido por el gobierno de Venezuela en 1983, con motivo del
bicentenario del nacimiento de El Libertador, reconoce las luchas por la
libertad, la democracia y los derechos humanos. Lo obtuvieron, además de Nelson
Mandela y de Aung San Suu Kyi, el ex presidente checo Vaclav Havel y el ex
presidente uruguayo Julio María Sanguinetti, ambos críticos implacables del
régimen autoritario de Hugo Chávez y de su socialismo de siglo XXI. La última
vez que el premio fue concedido, en 2004, se le otorgó a la fundación cultural
de fachada cubano castrista, Casa de las Américas. Quizá alguien del
oficialismo tuvo la inteligente iniciativa de suspenderlo para no tener que
entregarlo a Muamar Gadafi, Robert Mugabe, Kim Jong-un, Vladimir Putin y sobre
todo a Fidel Castro, los mejores amigos de la revolución bolivariana.
Fuente EL PAIS
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